viernes, 1 de julio de 2011

¡¡CABRÉATE!!



"¡Ay! Que triste estoy, porque me ha salido mal algo."
"¡Ay! Que triste porque me duele algo."
"¡Ay! Triste por no conseguir algo."

¿Te acuerdas de aquel artículo de los memos?
Pues este es la contrapartida.

¿Para qué sirve que te pongas triste? ¿Para qué sirve que algo te de pena? ¿Qué sentido tiene volverse lento, torpe, lloroso, apático (inútil, al fin y al cabo)? ¿Qué sentido tiene dejar de comer bien por algo así?

Si eres de los que se ponen así, te ofrezco una alternativa:
Piensa (como siempre) en qué es lo que te hace sentir mal.
Si es por un capricho incumplido, piensa que debes ganártelo.
Si es porque algo te ha salido mal, debes intentarlo mejor.
Si es porque te duele algo, debes recuperarte.
Si es porque has perdido algo: piensa si es para siempre (cosa que no tiene remedio) y entonces debes recuperarte. O si es algo que puedes recuperar, entonces debes esforzarte para conseguirlo de nuevo.

Si te das cuenta, para todo ello necesitas más energía, no menos. Y poniéndote triste lo único que haces es evadirte de la solución, que ya deberías saber cual es.

Así pues, ya que tienes dentro una sensación de aprensión y necesitas energía ¿no sería lo adecuado, lógico, entrar en un estado de ánimo que te proporcionase esa energía?
Pues eso: En vez de ponerte triste CABRÉATE.

¿Por qué es mejor?
1º Porque acelera tu organismo y te permite hacer más cosas, y hacerlas con más energía.
2º Porque, en vez de comer menos, necesitarás comer más.
3º Porque te permite focalizar tus esfuerzos hacia la solución de tus problemas.

Pero, como todo, tiene su parte negativa.
Al focalizar tus esfuerzos en la solución del problema, descuidas otras cosas.
Al acelerar tu organismo, sometes tu cuerpo y tu mente a un desgaste muy grande que luego puede pasar factura.
Que, al comer más, quizá te pases también con otras cosas como la bebida u otras drogas similares, y es nunca será bueno.

No obstante, debes aprender a controlar toda esa energía, y eso no es fácil.
Por lo tanto, básicamente, primero debes familiarizarte con tu estado de ánimo cabreado. Debes aprender como te afecta, como reaccionas ante las cosas. Y, cuando estés acostumbrado totalmente a tu cabreo, debes aprender a controlarlo.

Por supuesto, que estés cabreado por algo no hace que todo el mundo tenga la culpa. La mayoría de la gente, cuando están cabreados (que suele ser por gilipolleces), pierden totalmente el control. Lo pagan con los que tienen cerca (y no tan cerca) y, en vez de dirigir su cabreo a solucionar su problema o situación, lo dirigen hacia donde no deben (y se emborrachan, y se drogan, y rompen cosas, etc.). En realidad hacen eso porque su cabreo viene realmente porque no se atreven a luchar por solucionar su problema (es lo típico: si tu jefe te trata mal, tu, en vez de decírselo a él, tratas mal al primero con que te encuentras, por ejemplo).

Así pues, lo que vengo a decir es que debes buscar solucionar tus problemas luchando por la solución, no escondiendo la cabeza en la tierra hasta que el problema pase o tu te olvides de él.
Escoge cabrearte antes que lloriquear. Como siempre he dicho, si recibes una hostia, no llores, levántate con el doble de fuerza. Que quien te de la hostia sea el que se haga daño.
Aprende a controlarte a ti mismo, y nunca dejes que esa sensación te domine, si no que la domines tu y la utilices para tu propio beneficio.

Nunca dejes que nada ni nadie te pisotee.






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