miércoles, 30 de noviembre de 2011

Necesidad de necesidad



"Quiero, quiero, quiero..."
"Quiero esto, quiero lo otro, quiero más, quiero mejor..."
Siempre igual. "Quiero lo que no tengo" y no me doy cuenta de lo que tengo.

¿Cuántos de vosotros querríais tener necesidades de verdad, para así poder aprender a valorar realmente lo que ya tenéis?
Seguro que ninguno. Y si hay alguno, es que no nos funciona la cabeza de forma convencional.

Primero pensemos en lo que tenemos, que casi siempre es mucho más que lo que necesitamos. Después pensemos en lo que queremos, que casi siempre es mucho más que lo que podemos tener.
Por el camino, pensemos, sinceramente, en lo que necesitamos, que será, casi en el 100% de los casos, mucho menos de lo que creemos.

Si lo hemos hecho todo correctamente, o sea sinceramente y echando bien las cuentas, lo que nos queda claro es que:
  1. No valoramos adecuadamente lo que tenemos, por tanto...
  2. No nos merecemos lo que tenemos.
  3. Así pues, nos sobran cosas.
¿Por qué no, en vez de pensar en qué queremos adquirir, pensamos en de qué nos podemos deshacer que nos está lastrando?

Date cuenta que la mayoría de la gente cuanto más tiene, más quiere. Según van satisfaciendo caprichos, les van apareciendo nuevas "necesidades" que antes ni sabían que tenían. Y, por supuesto, esas supuestas necesidades, suelen implicar la ampliación de las mismas o la adición de otras nuevas. 

Por ejemplo: "Quiero un perrito".
Cuando me lo compro resulta que lo tengo que llevar al veterinario. Cuando lo he llevado al veterinario, resulta que tengo que vacunarle cada cierto tiempo de ciertas posibles enfermedades que puede coger. Así mismo me entero que ese perro en cuestión tiene tendencia a tener cierta enfermedad o mal, o lo que sea, por lo que tengo que realizarle revisiones periódicas. Además debo darle determinada comida porque si no no se le ve tan mono. Ni qué decir tiene que, como tiene estar mono, me debo comprar un peine especial, para cepillarle. La comida debe ser "tal", porque si se la cambio le sienta mal. Si, además le compro una camita, estará más a gusto y habrá menos pelos repartidos por la casa. Por cierto, tengo que comprar regularmente un buen suministro de rodillos quitapelusas mensual para limpiar la ropa y los sofás de los pelos del perrito. Además, si no paso la aspiradora (que no hace casi nada de ruido, por cierto) todos los días se acumula una cantidad de pelos muy poco agradable de ver. Por no hablar del collar especial "antileches", el abriguito para que no se moje cuando llueve (porque luego te tiras media hora secándolo y huele que te cagas), y los collares y correas varios que usará durante su vida. Además, el perrito necesita ser sacado tres veces al día, desfogado y educado. Bla, bla, bla...

Y quien dice un perro, dice un coche, un hijo, una videoconsola, apuntarse a un gimnasio, etc...

Toda nueva adquisición implica que te pares a meditar todo lo que conlleva, antes de llevarla a cabo.
Piensa detenidamente qué es lo que implicará ese capricho durante lo que dure. Medita en qué consiste ese capricho. Medita por qué te ha dado por tener ese capricho. Medita, detenidamente, si afecta a otros ese capricho tuyo.
Ahora piensa si de todo lo que ya tienes, hay algo que pueda cumplir la función de ese capricho, o similar. Piensa si puedes adaptar lo que ya tienes a tus nuevas "necesidades", o adaptar tu forma de pensar a las mismas.
Ahora, lo más importante. Independientemente de que te puedas permitir ese capricho sin dificultad, piensa sinceramente si te lo mereces.
Probablemente, casi todos vosotros, estaréis segurísimos de que "por supuesto que os lo merecéis". Pero, más probablemente aun, no hayáis hecho nada para merecéroslo.

Demasiado a menudo adquirimos o recibimos cosas (objetos, actos, gestos, etc.) que simplemente nos vienen "regalados", es decir, sin que nosotros hayamos hecho nada para merecerlos. Muy a menudo, llevan una intención egoísta implícita (por no decir siempre). Todo eso lo único que genera, no es precísamente agradecimiento, si no la creencia (o certeza) de que al final "tienes derecho" a recibir cosas buenas, simplemente por que "las deseas".

Y si quieres más pruebas, sólo tienes que observar la conducta de los niños y adolescentes (también de demasiados adultos) de hoy en día. Han recibido tantísimas cosas no necesarias durante su niñez, y siguen recibiéndolas, que ya tienen de todo pero no hacen más que pedir, exigir, mejor dicho, todo aquello que se les antoja, y despreciar lo que ya tienen. Tratan todo como si fuera desechable, de usar cuando apetece y tirar (otra razón por la que fuma tanto la gente: fuman cuando les apetece y lo tiran donde y cuando les apetece; reforzando esa conducta).

Lo que espero que te haya quedado claro es que, nos sobran los deseos y nos faltan las necesidades.

Como dicen "menos es más" o "no es más rico el que más tiene, si no el que menos necesita". O como dijo Ghandi: "Sabio es aquel que necesita menos para ser feliz".

No compres comidas super caras porque creas que son mejores, mejora las que puedes hacer con lo que tienes. No compres equipación extra para entrenar, optimiza tu entrenamiento. No quieras ser amugo de mucha gente, refuerza las amistades buenas que tienes. Etc.

Fíjate en el ejemplo anterior del perro. A pesar de que tu creas que el perrito va a quererte más y va a ser más feliz porque le regales chorradas, le lleves a un adiestrador de 800 euros y le mimes, en realidad el pobre animal va a estar mil veces mejor jugando a correr (gratis), saltar (gratis), perseguirte (gratis), ir a por un palo o una pelotita (gratis, o baratísimo), jugar al "estira y afloja" con un palo (gratis), y dedicándote unos minutos diarios a "educarle" para que regule su propia conducta (gratis), no a que aprenda a hacer determinadas acciones obligado ("dame la pata"... ¡serás tonto!); etc, etc, etc.

Añade posibilidades a lo que ya posees, y tendrás mucho más de lo que desées.

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